Desde el siglo II
encontramos referenciada en el arte cristiano la asimilación de la majestad
real a la iconografía de la Madre de Jesucristo, (catacumbas de Priscila),
iconografía que se sigue manifestando en el arte bizantino con las
representaciones de María como “Basilissa” (reina) y “Theotocos” (madre de
Dios) y que se ve potenciada a partir del Concilio de Éfeso con bellas
representaciones artísticas en el románico y especialmente en el gótico francés
donde se desarrolla el tema de la coronación de María por parte de Dios Padre e
Hijo con la presencia casi siempre del Espíritu Santo. La costumbre de coronar
a veneradas imágenes de la Virgen María la podemos rastrear desde el Medievo,
destacándose en este aspecto la figura de fray Jerónimo Paolucci, conocido como
el ”Apóstol de la Madonna”, y en particular la orden capuchina. El actual rito
para la coronación de imágenes de Santa María Virgen es incorporado a la
Liturgia Romana en 1897 y decididamente potenciado por Pio XII en su Encíclica
“Ad coeli reginam” de 1954 como colofón del año mariano y centenario del dogma
de la Inmaculada Concepción de María, instituyéndose a partir de dicho año la
fiesta de Santa María Reina. Esta bella costumbre, de profundas raíces en la
devoción popular cristiana, ejemplifica en imágenes marianas de especial
devoción el amor de los fieles a la Madre de nuestro Salvador, destacándola
como mediadora y corredentora del género humano. En esta ocasión estamos de
enhorabuena los fieles cordobeses pues es la bella imagen de Nuestra Señora de
la Paz la merecedora de tan alta distinción. A nuestro agradecido taller le
habéis confiado el honor de ejecutar el diseño y la realización del símbolo
principal del rito de la coronación, una pieza que no es una obra de orfebrería
más por todas las connotaciones que acapara. Ésta se ha concebido, de acuerdo
con la comisión creada por la hermandad, siguiendo unos principios básicos que
actuaron como guión previo desarrollado en varios puntos y que atendían a
aspectos estéticos, simbólicos y constructivos que finalmente tomaron forma en
el actual diseño que se aprobó en cabildo de hermanos y materializaremos Dios
mediante para tal efeméride.
Dicho diseño sigue
la tipología de corona imperial con ráfaga de la que se conocen precedentes
desde el siglo XVI. Hemos usado un patrón geométrico circular por entender que
era el que más favorecía a la imagen y más podría resaltar su bello rostro. El
canasto parte de bocel liso, tan solo animado por seis broches de joyería y
alguna decoración grabada sobre el que apoya un gallón de acantos repujados y
del que sobresalen ocho ménsulas o peanillas donde asientan sendos ángeles que
sujetan entre ellos unas guirnaldas de flores cercando a modo de “hortus
conclusus” y defensa de la virginidad de María. El canasto propiamente dicho lo
conforman las alas de los ángeles (o potestades) que alternan con unas especie
de capillas tachonadas de estrellas y juegos de acantos y roleos repujados
sobre cuya crestería apoyan los imperiales en número de ocho, cuatro de acantos
y roleos de gran carnosidad y volumen y cuatro de bandas de piedra blanca en
“baguette” o rectangulares engarzadas en carril. Ocho pinjantes de cristal
tallado rematan el canasto sobre las capillas de los ángeles. Los cuatro
imperiales de los ejes principales terminando en hoja vuelta sirven de apoyo a
una pequeña imagen del custodio de nuestra ciudad, ocupando un lugar destacado
en el diseño de la corona con ráfaga propia.
El resplandor está
ideado con hojas y ramas de estética barroca entrelazándose con los rayos de
cristal que prolongan los externos hacia el interior y enriquecidas con bandas
de pedrería, hemos querido basar su geometría en juegos de espirales de leve
inspiración fractal. La ráfaga exterior se modula en alternancia de rayos lisos
(que representan la luz divina) con flamígeros (que son símbolo de la energía
divina). Los rayos principales aportan la originalidad de estar tallados en
cristal con lo que la simbología creemos que se ve reforzada, ya que en 1672
Newton descubrió la fusión de colores de la luz solar en un prisma de vidrio.
Entre los rayos
hemos intercalado unas ramas de olivo de oro blanco en referencia a una de las
advocaciones de la titular mariana de la cofradía, (un ancla en el imperial
central completa dicha advocación). En el exterior de la ráfaga hemos colocado
las doce estrellas apocalípticas y otras más pequeñas de cristal para completar
y armonizar el conjunto. El diseño de las estrellas principales merece especial consideración ya
que para el hemos usado de forma más evidente la geometría fractal, ésta es una
geometría más numérica o algebraica que espacial y que está en la base de
muchos ritmos de crecimiento de la naturaleza, con antecedentes en los trabajos
de matemáticos como Cantor, Poincaré o Sierpinsky pero desarrollada en los años
setenta del siglo veinte por Benoit Mandelbrot.
El eje principal de
la corona lo remata el Espíritu Santo bajo media luna sobre la que apoya el
globo terráqueo de cristal y el principal símbolo de nuestra fe, la cruz de
salvación de cristal y ramas de olivo.
Hemos combinado en
cuanto a terminaciones el oro, color y metal de la divinidad con el blanco del
cristal y la plata, (o platino y oro blanco) buscando mayor luminosidad y
claridad a la presea y armonización en el conjunto del paso de palio de Nuestra
Señora de la Paz. Destacaría de entre todas las ideas y matices que a la hora
de diseñar una pieza de estas características se han tenido en cuenta, la
utilización del cristal. Como San Pio X refiere en su catecismo y refiriéndose
a la Virginidad de María “como un rayo de sol atraviesa el cristal sin romperlo
ni mancharlo”, o como la letrilla popular “…como el sol que no quebranta el
vidrio”. Solo esperamos estar a la altura de tan señalada efeméride y de
vuestra confianza. Pondremos a tal fin toda nuestra experiencia y dedicación.