Ha nacido el niño Dios, ya lo anunciaban los ángeles, ya se lo dijo Gabriel a una mocita temprana allá en el barrio del Cerro, que Maria fue concebida sin pecado original en las calles de Santiago.
Expectante estuvo el barrio más torero de la ciudad que su Esperanza gitana iba a dar a luz a un hijo por la zona del Realejo.
Y fue buscando posada por los sitios más añejos montada en su borriquilla. Partió desde San Lorenzo, pidió piedad y auxilio a los Padres Salesianos y fue buscando la gracia a los Padres Trinitarios. Se fue adentrando en el barrio castizo de la ciudad, pero no encontró respuesta. Su iglesia estaba cerrada. San Agustín ya no abre, le dijeron sus vecinos.
Y siguieron caminando en un rosario de coplas a la calle de San Pablo, bajó por la Espartería a la ermita del Socorro pero no había nadie allí; por la Feria se adentraron y en San Francisco encontraron candelas por cariá pero no fue su refugio y en busca de una estrella que brillaba más que nunca a la huerta se acercaron y en la Merced descansaron entre palomas y flores y finalmente llegaron a donde se oían los cantos de ángeles cistercienses y en una pequeña cueva de recoleta capilla nació un chiquillo bendito con la cara más bonita que se pudiera tener y su Madre lo mostró con paciencia y humildad a su pueblo cordobés y así volvió a revelar la llegada de la fe, aquella madre de Dios, que esperaba la venida de su hijo el Redentor, y se llama de la Paz.