29 abril 2009

Miércoles Santo, por María Jiménez

Para mí, es muy difícil explicar lo que sentí el pasado 8 de abril, en torno a las 7 de la tarde, cuando por fin vi a mis Titulares: el Señor de la Humildad y Paciencia y la Reina de la Paz y Esperanza asomar por la Plaza de Capuchinos.
A pesar de que llevaba relativamente poco tiempo integrada entre la juventud de esta Hermandad, ya me sentía una más de ellos. Me acogieron con los brazos abiertos, como buenos cristianos, demostrando que eran mucho más que un grupo de personas que sacaban el paso el Miércoles Santo y ya está. Ellos iban con el cubrerrostro, pero yo sabía perfectamente quiénes eran. Sabía que iban con fe y orgullo paseando al Hijo de Dios y a Su Madre por las calles de Córdoba, y todo lo que eso conlleva.
Primero pasó el Señor, con esos andares que solo sus costaleros saben hacer... y yo tenía los pelos de punta...
Seguí allí, esperando, viendo a los numerosos nazarenos que le abrían paso a la Paloma de Capuchinos. Ella iba como se merece, como una reina, con su nuevo manto, fruto del trabajo de sus hermanos nazarenos. Es ella mi modelo a seguir, por no tener miedo a cumplir la voluntad de Dios... "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra".
Cuando ella pasó, y detrás las mujeres de mantilla y la banda de música que le tocaba las diversas marchas, me uní al grupo de penitentes para acompañarla en su recorrido...
Aunque solo pude estar junto a Ella hasta Carrera Oficial, durante el camino que hice junto a Ella estuve en un continuo rato de oración... y de deseo de que sea Ella siempre la que guíe mi vida y que ojalá algún día yo sea capaz de cumplir la voluntad de Dios sin miedo, de tener esa fe ciega que ella tuvo...
Solo queda esperar al próximo Miércoles Santo para volver a repetir esta experiencia, si Dios quiere y el Sol reluce, que será vistiendo túnica y cubrerrostro, abriéndole paso a la Reina de Capuchinos...

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