13 abril 2009

Vivencias del Miércoles Santo 2009

UN MIÉRCOLES SANTO ESPECIAL (CARLOS LARA)

Fotografía: Valentín Moyano

Una vivencia que, sinceramente, dudo que vaya a olvidar...
Sentado en mi sillón frente al escritorio, miraba por la ventana y los rayos del sol me deslumbraban y el cielo se presentaba con un azul intenso que hacía presagiar que el Miércoles Santo de 2009 sería un día espléndido.
Me dio por recordar la misma situación pero en el año 2008, cuando lo único que se veía por la ventana era un cielo encapotado y el pavimento mojado por las intermitentes lluvias que se desarrollaron durante toda la mañana y que, desgraciadamente, hicieron acto de presencia por la tarde e impidieron a Nuestros Titulares desfilar por las calles cordobesas...
Pero este año era distinto. Por vez primera, haría Estación de Penitencia junto a mis hermanos y mis Titulares, tras la decepción y el agridulce sabor de boca dejado en 2008.

Era la hora de vestirse... La túnica blanca, el cubrerrostro, los guantes, la capa, la medalla... Todo estaba dispuesto sobre mi cama para indumentarme y salir con rumbo a la Plaza de Capuchinos.
Llegué, y junto a mis hermanos del Grupo Joven, hicimos la entrada al huerto del Convento donde se disponían los sectores del tramo de Misterio, en el cual se encontraba el nuevo y espectacular banderín de Juventud.
El tiempo pasaba, los minutos se hacían eternos, pero de un momento a otro el portón de la nave se abriría y el pueblo de Córdoba que se agolpaba en la Plaza de Capuchinos vería cómo la Hermandad de la Paz volvía a reecontrarse con su feligresía un Miércoles Santo más.
El momento llegó y la puerta se abrió. "¡Señores, que nos vamos! Vamos a mostrarle a Córdoba el arte de la Paz", decía para mis adentros.
Lentamente, la Cruz de Guía superaba el grisáceo dintel y tras ella, un cuerpo de bocinas y NOSOTROS... Sí, era una realidad: estábamos en la calle.
Todo el recorrido lo disfruté como un niño pequeño, pero el momento que más disfruté fue, una vez desprovisto del capirote, esperaba en la Plaza de Capuchinos la llegada del Rey de Reyes: Nuestro Señor de la Humildad y Paciencia.
Poco a poco, aparecían los ciriales; después, una nube de incienso; y abriéndose paso tras la misma, podía ir percibiendo el primer arbóreo del Misterio, después el sanedrita que sostiene el cáliz y, por fin, el Señor, entronizado en su magnífico paso exornado con iris blanco que hacía su entrada a la Plaza con la marcha "Tras de Tí, mi Cautivo".
El arte de las trabajaderas pacíficas ya estaba en Capuchinos. Con los sones de "Costaleros de Humildad", el paso daba la revirá para ejecutar su entrada mirando a la muchedumbre reunida allí. Llegó ese momento en el que la corneta avisa que la Marcha Real va a ser interpretada y con los sones reales de Santo Tomás de Villanueva, culminaba su Estación de Penitencia.
Tras este inolvidable momento, la Señora de la Paz avanzaba por la calle Torres Cabrera con "Costalero" y hacía su entrada a Capuchinos esplendorosa y estrenando ese precioso manto que la hacía aún más guapa de lo que ya es la Reina de nuestros corazones.

Así se acababa para mí el Miércoles Santo. Un Miércoles Santo especial...
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MIÉRCOLES SANTO (MARÍA JIMÉNEZ)

Para mí, es muy difícil explicar lo que sentí el pasado 8 de abril, en torno a las 7 de la tarde, cuando por fin vi a mis Titulares: el Señor de la Humildad y Paciencia y la Reina de la Paz y Esperanza asomar por la Plaza de Capuchinos.
A pesar de que llevaba relativamente poco tiempo integrada entre la juventud de esta Hermandad, ya me sentía una más de ellos. Me acogieron con los brazos abiertos, como buenos cristianos, demostrando que eran mucho más que un grupo de personas que sacaban el paso el Miércoles Santo y ya está. Ellos iban con el cubrerrostro, pero yo sabía perfectamente quiénes eran. Sabía que iban con fe y orgullo paseando al Hijo de Dios y a Su Madre por las calles de Córdoba, y todo lo que eso conlleva.
Primero pasó el Señor, con esos andares que solo sus costaleros saben hacer... y yo tenía los pelos de punta...
Seguí allí, esperando, viendo a los numerosos nazarenos que le abrían paso a la Paloma de Capuchinos. Ella iba como se merece, como una reina, con su nuevo manto, fruto del trabajo de sus hermanos nazarenos. Es ella mi modelo a seguir, por no tener miedo a cumplir la voluntad de Dios... "He aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra".
Cuando ella pasó, y detrás las mujeres de mantilla y la banda de música que le tocaba las diversas marchas, me uní al grupo de penitentes para acompañarla en su recorrido...
Aunque solo pude estar junto a Ella hasta Carrera Oficial, durante el camino que hice junto a Ella estuve en un continuo rato de oración... y de deseo de que sea Ella siempre la que guíe mi vida y que ojalá algún día yo sea capaz de cumplir la voluntad de Dios sin miedo, de tener esa fe ciega que ella tuvo...
Solo queda esperar al próximo Miércoles Santo para volver a repetir esta experiencia, si Dios quiere y el Sol reluce, que será vistiendo túnica y cubrerrostro, abriéndole paso a la Reina de Capuchinos...
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TRAS DE TI (J. MIGUEL LUBIÁN)



Sinceramente cuando uno lleva tantos años viendo a sus titulares tendría que ser ya algo típico, normal, algo a lo que me he hecho... Pero aun así, todos los años parecen ser el primero, el primero en el que me visto de nazareno, vestido de blancura pacifica, como ellos...

Solo era entrar en la nave y al verlos con su cera encendida, un escalofrío recorría por mi pálida espalda...El segundo vino una hora después, cuando Santo Tomas anunciaba su pasacalles, cuando las largas filas de músicos, de color de pasión, se acercaban hacia la puerta del Convento, solamente recordar ese momento me hace que brillen mis ojos.. aunque al oír entre sus trompetas el Himno Nacional, ver como se desliza la Humilde Pasión de Cristo entre el olor de azahar, son momentos inolvidables, y que de momento se cruzaron ante mi todas las experiencias vividas durante estos años de juventud... entre mis amigos..

Una vez que estaba en la calle, todo fue un viaje en una nube, que se paso volando, como si el viento empujase esa nube por el cielo, y que yo tan alegre lo observaba, sin acordarme del tiempo, sin acordarme que ya estábamos en Miércoles Santo, solo disfrutar de su andar, disfrutar de esos sones, que derrochan suaves notas entre las bolas de incienso...entre naranjos envueltos del azahar de sentimientos mezclados...

Y solo fue entrar en la calle de Torres Cabrera cuando sentí que mis ojos expresaron esos sentimientos...
Cuando volvimos, un rato después, solamente un ratito, fue mas emocionante al oír dos marchas únicas para El...y como anunciaba Al Señor de la Paz, detrás venia esa blanca paloma, que con la elegancia de sus bambalinas, de la pequeña sonrisa que mostraba porque estaba en la calle, y sus hijos pedían esa pequeña sonrisa, y el reflejo de sus lágrimas la enseño al pueblo cordobés, cuando al igual que el, se anunciaba el Himno Nacional..

Una vez los dos recogidos, les pedí, que el año que viene... nos repartan de lo mismo, la dulzura de los Reyes de Capuchinos...
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MIÉRCOLES SANTO (JUAN MANUEL GARCÍA)

Fotografía: Juan Miguel Lubián

...Un año largo, muy largo, más bien eterno... pero llegó como llega siempre ese miércoles de luz, de color, de pasión...
Llevábamos mucho tiempo soñando con ese momento, ese bendito instante en el que las puertas de la nave anexa al convento de los Capuchinos dieran paso a la eterna comitiva de nazarenos blancos, y llegó, y lo hizo radiante, resplandeciente.
Al despuntar la mañana, todo eran nervios y ,como cada Miércoles Santo, hacía esa visita al balcón para mirar el cielo, y por suerte no hube de volver a asomarme, se volvía a repetir, un Miércoles Santo como los de antaño, como aquellos en los que no mirábamos al cielo y que, lamentablemente, teníamos casi en el olvido después de 5 años de inestabilidad meteorológica.
Poco a poco, el tiempo fue pasando y emocionados llegábamos a la plaza para estar presentes en nuestra Misa de Hermandad, las palabras del Hermano Mayor hacían presagiar lo que vendría a la tarde y así fue. Casi sin notarlo el tiempo había pasado y era momento de vestir mi hábito de nazareno, ese momento único que solo conoce aquel que tiene la dicha de ser nazareno...
Los jóvenes, como siempre juntos, llegábamos al cocherón y poco a poco nos dispersábamos a nuestros puestos deseándonos suerte...
Y llegó el momento: tres golpes del diputado de horas sobre la puerta y Nuestra Cofradía estaba en la calle. Los que aún estábamos en el convento disfrutábamos viendo como nuestro nuevo banderín de juventud se habría paso entre la multitud.
Casi sin darnos cuenta, la delantera del misterio estaba asomando por la plaza. Alboroto, lágrimas, devoción en Capuchinos para el Señor que humildemente es despojado de sus vestidos. Se iba, y sabiendo que no volvería a verlo hasta dentro de un año, me entraba el dolor por la cintura.

Una voz, fuerte y serena decía:" el último tramo del palio" y abandonábamos el convento para salir a la calle... ¡qué emoción! ¡Qué escalofrío me recorió el cuerpo mientras mis pies rozaban las piedras de la plazuela!, sin solución de continuidad al doblar la esquina se oía la marcha real... La Reina del Cielo estaba en la tierra, en la tierra para regalarnos su Paz, las lágrimas llenaban mis ojos, eran tantas cosas en mi memoria que no sabía si reirme o llorar, pero ante su mirada solo quedaba soñar; poquito a poco, fue repartiendo Esperanza por el pueblo que en multitud la aclamaba, despertaba los aplausos por donde fuera que pasara y llegamos a su barrio, a su parque, con sus palomas de nácar, todo un año, más bien dos, esperando a su Madre y su Madre llegó.
No era posible, ¿otra vez en Capuchinos? ¡Pero si aún no hace ni una hora que salimos! Y de nuevo con lágrimas en las retinas, la Paloma de Capuchinos me sonreía, como queriendo decirme que todo estaba cumplido y su carita cansada entre piedras del camino llegó pasito a pasito y la Reina de la Paz, que es mucha Reina Ella sola, se adentraba ya en su casa.
Dentro, sin cubrerostro entre mi gente, entre mis hermanos, entre esa gran familia que es la Hermandad de la Paz, la Señora volvía a casa y ahora sí que todo eran lágrimas, nos faltaban gargantas pa' poder gritarle guapa y la blancura de plata de la Reina de la Plaza se arrió hasta el año que viene y así volví a casa con la única esperanza de que su Paz se paseara eternamente por la ciudad...
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ESTE AÑO FUE DIFERENTE A LOS DEMÁS (RAFAEL GATA)

Nunca olvidaré ese 8 de abril de 2009... fue otra Estación de Penitencia pero diferente a las otras: los momentos vividos junto a mis hermanos fueron fascinantes...
Con el único momento que me quedo fue con la entrada, cuando todos los hermanos esperábamos a que Ella, Nuestra Madre, entrara un año más.
También me alegro muchísimo de ver a hermanos que no había visto desde el año pasado y que salían en el mismo sector. Fueron muchos sentimientos juntos que cuestan explicarlos porque es algo que hay que vivirlo y sentirlo. Fue algo maravilloso y muy emocionante...
Con la única palabra que me quedo para definir este miércoles santo es “Sentimiento”

Fue muy emocionante cuando el sector 6, agrupados en el porche del convento, veíamos como poco a poco la plaza, esa plaza de blancura, se iba llenando.
Hasta que llegó el momento en el que el diputado de horas llamara a la puerta y saliera esa cruz de guía abriendo ese cortejo de nazarenos blancos y llenos de Paz. ¡Qué palabra tan bonita! Como Ella... Nuestra Madre... Reina y Señora de Capuchinos...
El momento llegó cuando el mismísimo Rey de Capuchinos iba recorriendo las calles cordobesas.

Un año más…
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MIÉRCOLES SANTO... (ANDREA FERNÁNDEZ)



El pasado 8 de abril hacía mi primera estación de penitencia acompañando en el cortejo penitencial de Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia y María Santísima de la Paz y Esperanza. Por la mañana reunión de hermanos en el Convento para celebrar la misa de hermandad que nos prepararía para el gran momento, a aquello de las 7 de la tarde; en esa misa recuerdo las palabras de emoción del Hermano Mayor: “el año pasado lloraba por ver el cielo lleno de nubes y temiendo lo que era previsible, este año la emoción es por este sol que hoy reluce y que hará que nuestros reyes de Capuchinos reluzcan más que nunca”.

Ya por la tarde, preparada en mi casa todo eran nervios e ilusión por ser esa primera vez en la que vestía la túnica blanca y cordón franciscano; llegué a Las Doblas donde estábamos reunidos el grupo joven, el que este año estrenaba un impresionante banderín. Antes de la salida aún eran más los nervios que teníamos todos y esa sonrisa que nadie nos podía quitar al ver el sol que tanto brillaba.

Cuando llegamos al Convento nos colocamos en nuestros respectivos sitios para la salida que ya estaba al llegar; y así fue ya todos con nuestros atributos, escoltando al nuevo guión de juventud y deseándonos suerte por esa estación de penitencia que comenzaba. Y alrededor de las 18.50 dela tarde, por fin sonaban esos tres golpes que indicaban la salida en este año, esa salida tan esperada y que con tanta ilusión vivimos este año. Pero sin duda, el momento más emotivo para mí fue cuando vi llegar al Señor de Capuchinos, ya descubierta, sentí algo tan fuerte que me hará que este miércoles santo sea inolvidable; y tras de él su Madre, más bella que nunca y que tan solo con su cara iluminaba los corazones de aquellos que la miraban...esas sensaciones, esas emociones son las que ya espero al año que viene, para que sea tan especial y emocionante como este.
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TODO UN AÑO (RAFAEL RIZOS)

Todo un año de vivencias, de ilusiones, de trabajo, de esfuerzo, de lágrimas, de sonrisas,... todo un año de recompensas. Recompensas, como son la amistad, el hermanamiento, el cariño que se les llega a coger a tantas y tantas personas, por el mero echo de querer a los mismos Titulares, Nuestro Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, y a Nuestra Reina de la Paz.
Te paras a pensar en todos esos momentos, que hemos vivido en la casa de Hermandad, de esas risas compartidas, de ese esfuerzo, de esa unión con gente que al principio ni nos sonaba su cara, pero que ya a estas alturas hemos conocido.
Todos estos sentimientos, se agolpan y se hacen más latentes cuando ya pasando las agujas del reloj las 00:00 de la noche, comenzando un Miércoles Santo más, pero diferente a todos los demás, poniendo flores, repasando todos los detalles, que no falte nada, que todo este listo y que Ellos estén radiantes, que se los podamos presentar a Córdoba como, solamente Ellos se merecen, RADIANTES.
Con el trabajo, ya casi concluido, afloran más que nunca el cansancio, de tantas horas de trabajo, de tantos días organizando, se erizan los pelos, de verLos allí esperando, a que sus herman@s los paseemos por las calles de nuestra ciudad.
Nos despedimos a altas horas de la madrugada y Los dejamos descansar, y nosotros aunque cansados, la radiante sonrisa, nerviosa, que desprende nuestra cara, nadie no las puede borrar.
Amanece en Capuchinos, y la vida en la Plaza comienza diferente a todos los días del resto del año, es Miércoles Santo, un día grande, muy grande para tod@s los herman@s y devot@s, de Nuestros Titulares. Tenemos la misa de Hermandad, preparatoria para la Salida. Y de nuevo a verLos, allí están Pacientes, tranquilos, esperando a que lleguemos en masa a rezarLes, pedirLes, llorarLes,... amarLos.
Para much@s, este año era más especial aún, ya sea porque era su primera salida, porque compartían la estación de penitencia con sus nuev@s amig@s del Grupo Joven, de la Priostía,.... en mi caso en particular, mi primera vez en poder portar sobre mi, el paso sobre el que pasea Humildad y Paciencia. Por fin, cumplía un anhelo de muchos años, que por culpa de la distancia no podía realizar. Dejaba un puesto, muy querido, pero, muy sufrido por mi, ser acólito de Nuestro Señor, y convertirme en sus pies, y Él, más que nunca, en mi guía.
La hora de comer, y en el estómago un nudo, de nervios, que te lo impide, que te hace que no tengas hambre, y que se acrecenta conforme se va acercando la hora, esa mágica hora en la que se nos abren las puertas de Capuchinos, que se abren las puertas de Córdoba para acogerlos, y la del corazón de mucha gente que los espera,...
Momento mágico que se nos hace cortísimo, y sabemos que de nuevo llega la espera, la espera de un año, que comenzamos con tristeza, por dejar a Nuestros Titulares de nuevo en Su casa, pero que acogemos a la vez con ilusión, por ese año que nos espera lleno de ilusiones, de compañerismo, con ganas de que Nuestra Familia aumente, de que se acerquen cada día más hermanos y devotos a compartir con nosotros el trabajo, los proyectos, el día a día. De poder acogerlos en el seno del Grupo Joven, o de la Hermandad en sí, que aprendan a compartir con nosotros ese cariño tan grande que sentimos por Ellos.
Sin más, hasta aquí mis particulares vivencias, y esperando que os animéis a compartir con nosotros las vuestras, que os animéis a dar ese pequeño paso, y que os acerquéis a compartir junto a nosotros el día a día de Nuestra Hermandad, ya que ésta es de todos, y por todos ha de ser disfrutada.
Sin más un fuerte abrazo y esperamos poder compartir con vosotros todos estos momentos, y otros más.
Paz y Bien, herman@s

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