26 abril 2009

Un Miércoles Santo especial..., por Carlos Lara


Fotografía: Valentín Moyano

Una vivencia que, sinceramente, dudo que vaya a olvidar...
Sentado en mi sillón frente al escritorio, miraba por la ventana y los rayos del sol me deslumbraban y el cielo se presentaba con un azul intenso que hacía presagiar que el Miércoles Santo de 2009 sería un día espléndido.
Me dio por recordar la misma situación pero en el año 2008, cuando lo único que se veía por la ventana era un cielo encapotado y el pavimento mojado por las intermitentes lluvias que se desarrollaron durante toda la mañana y que, desgraciadamente, hicieron acto de presencia por la tarde e impidieron a Nuestros Titulares desfilar por las calles cordobesas...
Pero este año era distinto. Por vez primera, haría Estación de Penitencia junto a mis hermanos y mis Titulares, tras la decepción y el agridulce sabor de boca dejado en 2008.

Era la hora de vestirse... La túnica blanca, el cubrerrostro, los guantes, la capa, la medalla... Todo estaba dispuesto sobre mi cama para indumentarme y salir con rumbo a la Plaza de Capuchinos.
Llegué, y junto a mis hermanos del Grupo Joven, hicimos la entrada al huerto del Convento donde se disponían los sectores del tramo de Misterio, en el cual se encontraba el nuevo y espectacular banderín de Juventud.
El tiempo pasaba, los minutos se hacían eternos, pero de un momento a otro el portón de la nave se abriría y el pueblo de Córdoba que se agolpaba en la Plaza de Capuchinos vería cómo la Hermandad de la Paz volvía a reecontrarse con su feligresía un Miércoles Santo más.
El momento llegó y la puerta se abrió. "¡Señores, que nos vamos! Vamos a mostrarle a Córdoba el arte de la Paz", decía para mis adentros.
Lentamente, la Cruz de Guía superaba el grisáceo dintel y tras ella, un cuerpo de bocinas y NOSOTROS... Sí, era una realidad: estábamos en la calle.
Todo el recorrido lo disfruté como un niño pequeño, pero el momento que más disfruté fue, una vez desprovisto del capirote, esperaba en la Plaza de Capuchinos la llegada del Rey de Reyes: Nuestro Señor de la Humildad y Paciencia.
Poco a poco, aparecían los ciriales; después, una nube de incienso; y abriéndose paso tras la misma, podía ir percibiendo el primer arbóreo del Misterio, después el sanedrita que sostiene el cáliz y, por fin, el Señor, entronizado en su magnífico paso exornado con iris blanco que hacía su entrada a la Plaza con la marcha "Tras de Tí, mi Cautivo".
El arte de las trabajaderas pacíficas ya estaba en Capuchinos. Con los sones de "Costaleros de Humildad", el paso daba la revirá para ejecutar su entrada mirando a la muchedumbre reunida allí. Llegó ese momento en el que la corneta avisa que la Marcha Real va a ser interpretada y con los sones reales de Santo Tomás de Villanueva, culminaba su Estación de Penitencia.
Tras este inolvidable momento, la Señora de la Paz avanzaba por la calle Torres Cabrera con "Costalero" y hacía su entrada a Capuchinos esplendorosa y estrenando ese precioso manto que la hacía aún más guapa de lo que ya es la Reina de nuestros corazones.

Así se acababa para mí el Miércoles Santo. Un Miércoles Santo especial...

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